LA ANTICONCEPCIÓN: PUNTO DE RUPTURA ENTRE LAS INSTANCIAS POLÍTICAS Y RELIGIOSAS Y LA VOLUNTAD DE LAS MUJERES


La anticoncepción: punto de ruptura
entre las instancias políticas y religiosas
y la voluntad de las mujeres
Las entrevistas nos muestran que uno de los principales problemas con que se enfrenta la mujer en la sociedad marroquí es el de su incapacidad para controlar y planificar los nacimientos. Las entrevistas revelan, en primer lugar, que una gran parte de la vida de la mujer se consagra a dar a luz hijos que mueren de pequeños. La mortalidad infantil parece ser una de las calamidades que esquilman las energías de las mujeres.
Las entrevistas confirman también que, confrontadas a los problemas económicos que minan sus familias y las desestabilizan, las mujeres recurren al aborto por todos los medios, ya sean tradicionales o modernos, para espaciar los nacimientos. Se trata de una cuestión fundamental, ante la amenaza que, para su propia salud y la de sus hijos, representan los embarazos consecutivos. El control de nacimientos aparece en el discurso femenino como un problema angustioso. Una vez resuelto, permitiría a las mujeres adaptarse y hacer frente a otros problemas logísticos que se les presentan cotidianamente, como mantener a su familia con unos ingresos insuficientes y que no llegan con regularidad.
Si la marroquí fuera una sociedad cuya ideología dominante reflejara los problemas y necesidades de las masas, sin distinción de clase o de sexo, el control de la natalidad habría figurado entre las preocupaciones prioritarias. Pues bien, en este punto es donde se mide el alcance negativo y paralizante de la ruptura entre el discurso masculino y el femenino sobre las oportunidades de un desarrollo real del país, problema que parece haber sido una preocupación constante de las mujeres marroquíes a lo largo de los siglos (puesto que han elaborado toda una farmacopea y una medicina para resolverlo), y que no ha sido abordado por el Estado y los responsables marroquíes sino muy tarde, sólo cuando se hizo notar la presión internacional. Se sigue hablando de él, entre políticos y planificadores, todos ellos del sexo masculino, como si de una mercancía exógena, impuesta a los países musulmanes por los canales imperialistas,8 se tratara.
En efecto, el Estado marroquí, que, en medio del entusiasmo del alborear de la independencia, había tratado de identificar los problemas cruciales que debían tener prioridad y legitimidad por ser cuestiones nacionales, no sólo no abordó en absoluto el problema del control de la natalidad, sino que no consintió en hacerlo hasta diez años después, a disgusto y presionado por las instancias del capitalismo internacional. No por ello tomó, como punto de partida, para sus análisis y discusiones el discurso femenino, que es una expresión endógena y tiene una base popular, sino que se dejó guiar por la Fundación Ford, el Population Council, la usaid, la aid y la ippf.9 «En 1965, la División de Estadísticas de la Secretaría de Estado encargada del Plan llamó la atención del Gobierno sobre el peligro que representaba el crecimiento demográfico para el desarrollo económico y social del país. El Ministerio de Sanidad se puso entonces en contacto con la Fundación Ford, el Population Council y la ippf y envió a un grupo de médicos a visitar centros de planificación familiar en Londres y Bruselas. En 1966, se abrieron los primeros centros de planificación familiar en los Servicios de Sanidad Pública. Durante ese mismo año, se llevó a cabo en Rabat un seminario sobre planificación familiar...».10
El mismo documento nos informa de que: «Marruecos ha recibido desde 1966 una ayuda exterior de alrededor de un millón de dólares usa para su programa demográfico».
Entre las agencias financiadoras del programa están la Fundación Ford, el Population Council, la usaid (que adelantó ella sola, entre 1966 y 1973, 1500000 dírhams para los programas de planificación familiar), la Federación Internacional para la Planificación Familiar (ippf), la Agencia Sueca para el Desarrollo (sida), la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional (cida) y, por último, los Servicios de Cooperación Técnica del Ministerio Francés de Asuntos Exteriores.
Muchos de los estudios y seminarios demográficos de los que dispone el país han sido financiados por las agencias de ayuda extranjera. Es el caso de la «Encuesta de opinión sobre la planificación familiar», llevada a cabo en Marruecos en 1966-1967, por el Ministerio de Sanidad y la Secretaría de Estado encargada del Plan, que ha sido financiada por la Fundación Ford, en el marco de «asistencia técnica y financiera». La ayuda estadounidense ha concedido, igualmente, asistencia técnica para la preparación del censo y diversos estudios demográficos. La usaid asegura, especialmente, una parte de la financiación del Centro de Estudios e Investigaciones demográficas de la Secretaría de Estado encargada del Plan.11
Los organismos internacionales han contribuido, igualmente y de forma muy generosa, a la financiación de seminarios y mesas redondas a las que han sido invitadas autoridades religiosas de todo el mundo musulmán para debatir sobre el Islam y el control de la natalidad. Ese fue el caso, por ejemplo, del Congreso sobre «Islam y Planificación Familiar», que tuvo lugar en Rabat, en diciembre de 1971, y fue financiado por la Federación Internacional para la Planificación Familiar (ippf), afincada en Londres. Esta misma había participado en la creación de la Asociación Marroquí de Planificación Familiar.
De modo que la génesis del interés de los responsables marroquíes por el control de la natalidad no está ligada a la escucha de las masas populares femeninas. Por el contrario, está estrechamente condicionada por las preocupaciones de los organismos que han financiado los programas demográficos en los países del Tercer Mundo; a saber: las preocupaciones de orden puramente estratégico y, especialmente, el desequilibrio entre los países capitalistas, en los que existen dificultades de crecimiento de la población, y los países satélites, en los que la natalidad es «galopante».
Los objetivos estratégicos que han animado a la financiación internacional de los programas de planificación del Tercer Mundo han condicionado no sólo los enfoques institucionales y técnicos adoptados por los responsables de esos países, sino que han determinado extraordinariamente la actitud de las fuerzas progresistas en esos países en relación con dicho problema.
Así es como, en Marruecos, durante mucho tiempo, las fuerzas progresistas han criticado y rechazado programas de Planificación Familiar so pretexto de que estaban financiados por las instancias imperialistas, sin preguntarse nunca, de hecho, cuáles eran los deseos de las mujeres marroquíes y sus necesidades en la materia. En su análisis de la cuestión, únicamente parecían intervenir como factores determinantes los objetivos de las agencias internacionales. La voz de las mujeres y su desesperada necesidad de controlar los nacimientos, puesta de manifiesto en su recurso también desesperado a los métodos abortivos tradicionales, no parecían intervenir en sus cálculos.
Irónicamente, el control de la natalidad se rechazaba, al mismo tiempo, como una conspiración imperialista contra el Islam, por parte de las fuerzas de derecha. Las entrevistas a las mujeres revelan que, mientras los progresistas, en nombre de la Revolución, y las fuerzas de derecha, en nombre del Islam, condenaban el programa de Planificación Familiar establecido por el Estado marroquí, según los modelos inadecuados de la Fundación Ford y del Population Council, las mujeres marroquíes trataban todos los días de espaciar los nacimientos, recurriendo, a menudo, al aborto en condiciones crueles e inhumanas.
La cuestión del control de la natalidad, que ha sido abordada por los tecnócratas, cuya decisión es exclusivamente masculina, y debatida por los líderes políticos y religiosos, ilustra muy claramente que los objetivos imperialistas han sido acogidos únicamente por unos dirigentes desconectados de las masas, cuya mitad son mujeres. Los fondos invertidos por los estadounidenses en los programas marroquíes de planificación familiar habrían tenido un impacto y un alcance muy diferentes si hubieran estado gestionados por unos responsables a la escucha de las necesidades urgentes de las masas femeninas. Tal vez las mujeres habrían estado mejor dispuestas a participar en la elaboración de técnicas de control basadas, en un principio, en el análisis del patrimonio tradicional en esta materia, en lugar de ver importar mecánicamente píldoras y dispositivos intrauterinos, fabricados en laboratorios estadounidenses.
Unos responsables marroquíes a la escucha de las masas femeninas habrían adoptado una estrategia de limitación de la natalidad desde 1956, por la sencilla razón de que tales eran los deseos y las necesidades de las masas femeninas, las únicas capaces de cumplir con la tarea que los hombres delegan en ellas: criar a sus hijos, utilizando sus escasos recursos, constantemente disminuidos por una inflación galopante.
Unos progresistas a la escucha de las masas femeninas habrían dudado en condenar la política de planificación familiar simplemente porque estaba financiada y alentada por las agencias «imperialistas». Deberían haber mantenido el principio de una política demográfica y batallado para que las mujeres de las capas pobres, sobre todo, participaran en su elaboración e implantación.
Se comprende claramente lo absurdo de esos debates sobre el desarrollo y sus alternativas cuando quedan circunscritos a una elite masculina, sea cual sea su opción ideológica. Un liderazgo progresista no dinamiza la sociedad sino en la medida en que es el vector que transmite la savia popular, y la savia popular es femenina en un cincuenta por cien.
 Fátima Mernissi, "Prólogo", en Marruecos a través de sus mujeres, cit., p. 25-30.

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